Llegar al final del Decálogo de Mavila nos pone frente a una realidad que, aunque conocida, sigue siendo desafiante: el ahorro y la inversión. Este tema no solo mueve nuestras emociones, sino que también toca lo más profundo de nuestras aspiraciones. Todos soñamos con estabilidad financiera, con una cuenta bancaria robusta y con la posibilidad de dejar un legado para los nuestros. Pero al mismo tiempo, nos enfrentamos a una pregunta incómoda: ¿qué nos impide realmente ahorrar e invertir?
Podríamos culpar a la inflación, esa sombra que parece perseguir a los países latinos, o señalar la cultura del consumo que tantas veces nos ata al presente. Sin embargo, incluso en los países desarrollados, donde las oportunidades parecen estar al alcance de todos, el ahorro suele quedarse corto. Ahorrar, aunque esencial, no es suficiente. Es como preparar el terreno sin nunca sembrar una semilla. El verdadero cambio ocurre cuando damos el paso hacia la inversión.
Y aquí es donde enfrentamos uno de los mayores desafíos: el riesgo. ¿Cuántas veces hemos escuchado historias de inversiones que no salieron bien? Sin embargo, como dijo Warren Buffett: "Quien no arriesga nada, nada gana". Invertir es un acto de valentía, pero también de visión. Requiere disciplina, paciencia y, sobre todo, la voluntad de aprender de los errores. A lo largo de mi vida, he emprendido en diferentes sectores: alimentos, flores, globos, y cada experiencia ha sido un maestro invaluable. Cada caída me ha enseñado a levantarme con más fuerza y enfoque.
Desde una perspectiva bíblica, este principio de ahorro e inversión tiene raíces profundas. Salomón, en Eclesiastés 11:1, nos desafía con estas palabras: "Echa tu pan sobre las aguas, porque después de muchos días lo hallarás". Este no es solo un llamado a la acción, sino un recordatorio de que el trabajo y la fe van de la mano. Diversificar, sembrar en diferentes terrenos, es un acto de confianza en que Dios está orquestando los resultados, incluso cuando no los vemos de inmediato.
El ahorro, aunque importante, es solo un trampolín. Es la inversión la que nos permite soñar en grande y construir algo duradero. Sin embargo, no podemos ignorar que esta también conlleva desafíos. Puede haber pérdidas, errores e incertidumbre, pero cada paso que damos hacia adelante nos acerca más a nuestra meta. Y no se trata solo de generar riqueza personal. En los países desarrollados, el ahorro y la inversión son pilares que sustentan comunidades enteras, creando oportunidades y fortaleciendo economías.
Así que aquí está mi desafío para ti: no te quedes quieto. Identifica esa idea que ha estado en tu corazón, ese proyecto que te ronda la mente, y da el primer paso. No temas a las deudas si están orientadas hacia el emprendimiento; son una herramienta poderosa cuando se usan con sabiduría. Y recuerda, como Salomón nos enseña, llegará el tiempo de cosechar si no desmayamos.
En última instancia, ahorrar e invertir no se trata solo de dinero. Es una declaración de intención, un acto de fe, y una forma de ser mayordomos responsables de lo que Dios nos ha dado. No es solo por ti, es por los que vienen detrás de ti. Echa tu pan sobre las aguas y prepárate para ver cómo regresa, multiplicado y lleno de propósito. ¿Estás listo para aceptar el desafío? ¡El momento de actuar es ahora!
Danilo Carrillo su servidor
Inveerte en el Reino Apoyando a un misionero en el campo
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