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Foto del escritorDanilo Carrillo

¿Cómo Respetar las Leyes en Gobiernos Indignos?

Discerniendo qué leyes obedecer y cuáles no, a la luz del Sermón del Monte y el 8vo elemento del Decálogo de Mavila


Jesús y el Sermón del monte


Vivimos en un mundo profundamente fracturado por el pecado, donde la imperfección de los sistemas humanos se hace evidente en cada rincón de nuestra existencia. Ningún gobierno es completamente digno ni aplica con integridad y justicia todas sus propias leyes. Paradójicamente, estas leyes se hacen cumplir con rigor sobre el ciudadano común, mientras que aquellos en el poder encuentran formas de evadirlas o manipularlas. En este contexto, el respeto a la ley y los reglamentos surge como un principio esencial para el desarrollo de las naciones, tal como lo plantea el 8vo elemento del Decálogo del Desarrollo de Octavio Mavila.


Este destacado pensador peruano identificó un patrón en los países más avanzados del mundo: un compromiso colectivo con valores esenciales, entre ellos, el respeto a la ley como fundamento del progreso y la estabilidad. Según Mavila, este principio no solo es un instrumento de orden, sino una piedra angular que diferencia a las sociedades prósperas de aquellas que, como muchas de nuestras naciones, están atrapadas bajo gobiernos autoritarios y opresores. En nuestras regiones, la brecha entre las leyes promulgadas y su aplicación justa perpetúa sistemas de injusticia y desigualdad que demandan una reflexión profunda y transformadora.


En este escenario, la aplicación del respeto a la ley bajo gobiernos autoritarios o indignos exige discernimiento desde una perspectiva teológica reformada y bíblica. Jesús, en el Sermón del Monte, nos guía para navegar la tensión entre las leyes humanas y la lealtad al Reino de Dios. Sus enseñanzas nos llaman a obedecer aquello que es justo y promueve el bien común, pero también a resistir con sabiduría y valentía las leyes que contradicen los principios divinos. Este equilibrio no es fácil, pero es esencial para reflejar la justicia, la misericordia y la humildad que Dios demanda de nosotros (Miqueas 6:8).


La historia de Daniel, quien vivió bajo tres gobernantes imperialistas que destruyeron a su pueblo, es un modelo de cómo vivir fielmente en contextos de opresión.


  1. Nabucodonosor II (Rey de Babilonia):Nabucodonosor fue el rey bajo cuyo mandato Daniel y otros jóvenes judíos fueron llevados al exilio en Babilonia (Daniel 1:1-6). Este gobernante es central en los primeros capítulos del libro de Daniel, como en el episodio de la interpretación de su sueño (Daniel 2) y la historia de la estatua de oro y el horno ardiente (Daniel 3).

  2. Belsasar (Regente de Babilonia):Aunque no fue un rey en el sentido pleno, Belsasar actuó como regente de Babilonia mientras su padre, Nabónido, estaba ausente. Daniel sirvió bajo su gobierno y es conocido por interpretar la escritura en la pared durante su banquete, lo que predijo la caída del imperio babilónico a manos de los medos y persas (Daniel 5).

  3. Darío el Medo (Gobernante bajo el Imperio Medo-Persa):Después de la caída de Babilonia, Darío el Medo asumió el gobierno (Daniel 6). Durante este periodo ocurre la famosa historia de Daniel en el foso de los leones, cuando Darío, aunque apreciaba a Daniel, se vio obligado a cumplir una ley injusta que condenaba a Daniel por orar a Dios.

  4. Ciro el Grande (Rey de Persia):Aunque no se menciona extensamente en las narrativas del libro de Daniel, Ciro el Grande es referido al final del libro (Daniel 10:1). Fue bajo su mandato que se permitió a los judíos regresar a Jerusalén y reconstruir el templo, según se menciona también en Esdras 1:1-4.


Nota: Daniel sirvió y vivió bajo el liderazgo de al menos tres gobernantes principales: Nabucodonosor, Belsasar y Darío el Medo. Ciro el Grande aparece en un contexto más amplio al final del libro. Esta narrativa subraya cómo Dios utilizó a Daniel para dar testimonio de su poder soberano a lo largo de diferentes reinados y contextos políticos.


Aunque sujeto a leyes de gobiernos indignos, Daniel mantuvo su fe y obedeció aquellas normativas que no contradecían los mandatos divinos. Respetar las leyes justas, como el pago de impuestos o la obediencia a reglamentos civiles, es un testimonio de integridad y orden. Sin embargo, cuando estas leyes exigen violar la fe o transgredir los principios de Dios, debemos estar preparados para decir, como Pedro y los apóstoles: "Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hechos 5:29). Esta obediencia radical puede incluso requerir la entrega de nuestra vida, si esa es la voluntad del Señor.


En contextos de injusticia, la protesta debe realizarse de manera pacífica, respetando las oportunidades legales para denunciar la opresión sin comprometer nuestro testimonio cristiano. Sabemos que los regímenes autoritarios suelen ser implacables contra los disidentes, pero eso no nos exime de avanzar con determinación, resistiendo el mal con el bien y buscando el cambio a través de la fidelidad a Dios y la promoción de la justicia. Como Jesús enseña, somos llamados a ser sal y luz (Mateo 5:13-16), viviendo con integridad y demostrando una esperanza transformadora incluso en las circunstancias más adversas.


La obediencia a los gobiernos, especialmente bajo regímenes indignos, nunca debe ser ciega ni pasiva, sino siempre filtrada por el discernimiento espiritual y la justicia divina. Nuestra lealtad suprema pertenece al Reino de Dios, y nuestra vida debe testificar que la verdadera justicia, paz y libertad se encuentran solo en Cristo. Este es nuestro llamado: ser ciudadanos de la tierra y del cielo, avanzando con valentía para reflejar la gloria de Dios y el poder transformador del Evangelio en un mundo necesitado de redención.


Danilo Carrillo

Su servidor

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